LLEGÓ EL CARNAVAL
Luisa González
Llegó el Carnaval y con él la
fiebre de los disfraces infantiles, porque ya
las comparsas de los adultos quedaron
circunscritas a unos pocos que, con dinero y
ganas, se reúnen y arman sus fiestas en
cualquier club.
Y digo que es fiebre, porque hay que ver el
empeño que ponemos las madres en hacer sufrir a
nuestros retoños con los dichosos disfraces, y
tengo experiencia, pues lo viví en carne propia,
como dicen.
Cuando pequeña, mi hermana mayor, costurera de
profesión, además de hacerme “baticas” para
estrenar los sábados, en Carnaval se las
ingeniaba para disfrazarme de cuanta cosa se le
ocurriera, hasta que inventó la “dama antañona”
de tul negro, con infinidad de faralaos, y cuyas
costuras picaban tanto que pasé la tarde y el
paseo con hormigas en el cuerpo, llorando y
odiando el Carnaval.
Con mis hijas hice más o menos lo mismo. aunque
sin tanto ensañamiento. y fueron abejas,
conejos, muñecas, guajiras, bailarinas, Blanca
Nieves y princesas, pero al llegar al de india
sioux, en terciopelo verde con plumas, etc.. la
mayor, que ya estaba harta, se plantó frente a
mí y con la firmeza de sus ocho años me retó:
“Yo no me pongo eso, me pica y da calor”. Ahí
caí en cuenta de lo que había hecho; recordé lo
que había sufrido con la dama antañona, boté el
disfraz y nos fuimos al paseo con una hija
disfrazada de fresita y la otra muy campante,
sin disfraz.
Todo esto viene al caso, porque la mamá de mis
vecinitas gastó un dineral en sus niñas y las
convirtió en bailarina, guajira y Blanca Nieves;
la de más allá vistió a su gordito de Superman,
al mayor de Zorro con la espada partida y la
chiquita de abeja, sin antenas, porque se quitó
el gorro.
El Carnaval, desde hace mucho tiempo, es solo
para los niños, pues ahora es un asueto que los
más grandes disfrutamos en las playas o las
montañas de acuerdo con el gusto y presupuesto.
Eso si se tiene carro, porque de lo contrario,
contar con el transporte público es un viacrucis,
con sus 14 estaciones completicas, debido a la
masiva movilización de personas, que este año se
calcula en unos 15 millones en todo el pais, por
lo que los terminales de pasajeros colapsan,
abarrotados, con reventa de boletos y
convertidos en un caos descomunal.
¿Qué es lo mejor de todo esto? Lo sensato y lo
que ya prefiere mucha gente es quedarse en
casita, armar grupos de juego, parrillada y
cervezas y descansar. El mes que viene llega
Semana Santa, y podemos programar alguna
actividad, si es que las finanzas lo permiten.
¡Hasta entonces!
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